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Los sonidos y vibraciones de los buques alteran las rutas y hábitos alimenticios de las ballenas, pero una adecuada regulación del avistamiento recreativo puede ayudar a su preservación, como intentan demostrar científicos y pescadores en el litoral chileno.

Chañaral de Aceituno, una caleta de pescadores situada junto al desierto de Atacama, amanece tapizada por una tenue bruma. El verano austral regala todavía mañanas como esta, en las que la temperatura es agradable y apenas corre una ligera brisa.

Pescadores, mariscadores y algueros salen a faenar en sus botes. En el austero muelle, comienzan a llegar los turistas que anhelan encontrarse de cerca una espectacular ballena azul.

El futuro de la caleta preocupa a sus habitantes, pero también a los científicos, investigadores y naturalistas que llegan para estudiar en terreno su extraordinaria riqueza.

Chañaral, a 600 kilómetros al norte de Santiago, está situado frente a la isla del mismo nombre, en la Reserva Nacional Pingüinos de Humboldt. En invierno su población apenas supera el centenar de habitantes.