Brasil ha empezado a cavar tumbas para los fallecidos de COVID-19 a gran escala. En el cementerio de Vila Formosa, el mayor de Latinoamérica, en Sao Paulo, una veintena de excavadoras trabajan contra el reloj para ampliar los lugares disponibles antes de que llegue el temido pico de la pandemia.
De la imagen de los sepultureros cavando a destajo con palas se ha pasado, en pocos días, a la de obreros con máscaras y monos blancos a los mandos de maquinaria pesada.
La calma y el silencio del camposanto de Vila Formosa, donde se calcula que reposan los restos de 1,5 millones de personas, rotos por el ruido de las excavadoras hidráulicas que empezaron ayer a abrir alrededor de 1.200 nuevas tumbas.
Para ello han liberado un nuevo lote de tierra que estaba desactivado, pero que se han visto obligado a utilizarlo 'por precaución', según explica a Efe uno de los enterradores del servicio funerario municipal.
Sao Paulo, con unos 12 millones de habitantes, es la ciudad brasileña más golpeada por la crisis del coronavirus con 643 muertes y casi 9.000 infectados desde el pasado 26 de febrero, cuando se registró el primer caso en el país, también en la capital paulista.
Mientras, el sistema de salud pública se acerca a su límite con varios hospitales de la urbe próximos a ocupar todas sus camas de cuidados intensivos.
La llamada curva ha empezado acelerar en las últimas semanas, aunque el pico de la pandemia en el país solo se espera para mayo o junio, según el Ministerio de Salud de Brasil.
En todo el país, las muertes por COVID-19 se acercan a las 2.500 y los contagios a los 40.000.