Con las escuelas de Sao Paulo cerradas y tras haber perdido su trabajo de empleada doméstica por culpa de la pandemia, Cícera Claudino se encontró sin recursos para alimentar a sus cuatro hijos, ya que el sueldo de su marido era insuficiente.
'La situación en mi casa no está muy bien', confiesa a Efe la mujer de 59 años desde el colegio donde estudia una de sus hijas. Allí recoge una de las 440.000 cestas básicas que el ayuntamiento de la megalópolis brasileña entrega a las familias más vulnerables.
En circunstancias similares se encuentran otros 10 millones de alumnos de América Latina y el Caribe que tenían en la comida escolar su principal y casi única fuente de alimento y quedaron en riesgo a raíz de la suspensión de clases y las cuarentenas que rigen en la mayoría de países de la región.
Son el eslabón más débil del total de 85 millones de niños en la región a los que llegan los programas de alimentación escolar impulsados desde 2009 por la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) para combatir el hambre.
En el actual contexto de pandemia y con las clases suspendidas, 12 países informaron de la implementación de diversas medidas para proveer de entre una y dos comidas diarias a los escolares y que estos programas puedan seguir adelante.
Según los datos entregados por los gobiernos a la FAO, la cobertura de emergencia ha beneficiado a cerca de 54 millones de niños en la región durante la pandemia.
El desafío del país más golpeado por la pandemia
Brasil fue uno de los países que respondieron más rápido a la urgencia y ya atiende a unos 40 millones de niños, una cifra parecida a la de estudiantes que se beneficiaban de la alimentación escolar antes del COVID-19, según datos de la FAO.
Con más de 37.000 fallecidos y 707.400 contagiados, el gigante suramericano es el segundo país con más casos del mundo, detrás solamente de Estados Unidos, y el tercero en muertes, superado por los estadounidenses y el Reino Unido.
En la escuela municipal Mario Pereira Bicudo, en el norte de Sao Paulo, la joven de 33 años Rosana Coutinho Machado recibe una de las cestas de 25 kilos para sus cinco hijos.
Coutinho dice a Efe que le va a 'ayudar bastante' porque con el dinero que iba a usar para comprar comida podrá pagar otras cuentas, como el alquiler.
Cada canasta contiene productos básicos de higiene y alimentos como arroz, habichuelas, pasta, aceite, sal y azúcar, suficientes para mantener a una familia de hasta cuatro miembros durante un mes.
'Pero cualquier cesta básica es muy pobre en proteína' y 'las frutas y verduras son absolutamente ausentes', lamenta en una entrevista con Efe el Secretario municipal de Educación, Bruno Caetano, tras declarar que no ofrecen a los alumnos 'una dieta equilibrada'.
Por ello, la alcaldía de la megalópolis, que lleva más de dos meses en cuarentena, también está repartiendo a 600.000 de sus 950.000 estudiantes una tarjeta valorada entre 11 y 22 dólares, en función de la edad de los niños, para resguardar su 'seguridad alimentaria'.
En este sentido, la FAO aconsejó a los países -o autoridades municipales, como en el caso brasileño- que diseñaran las ayudas según sus posibilidades, pero que tuvieran en cuenta su valor nutricional con una combinación de alimentos perecibles y no perecibles.
Hasta la fecha, 12 naciones de Latinoamérica y el Caribe han desarrollado algún tipo de medida para paliar el hambre de los menores, el colectivo más indefenso.