Pasaron más de cien días desde que María Paula Moraes abrazó por última vez a su padre, que vive en una residencia de ancianos en la ciudad brasileña de Sao Paulo. Hoy, pese al avance de la pandemia del coronavirus en Brasil, pudieron acercarse de nuevo a través de una 'cortina de abrazos'.
'Fue un mimo para el corazón' y 'lo estábamos necesitando', relató a Efe la mujer, quien reconoció que estaba 'muy ansiosa' de camino a la residencia de ancianos Anni Azurri Vida e Lar para Idosos, localizada en la zona sur de la capital paulista, donde vive su padre, Wanderley, de 82 años.
Este es ya el séptimo asilo de la ciudad que vio en la 'cortina de abrazos' una alternativa válida para amenizar las medidas de distanciamiento social, que recomiendan evitar cualquier contacto físico con la población más envejecida por su vulnerabilidad ante el nuevo coronavirus.
Con esta iniciativa, visitantes y ancianos, protegidos con guantes, introducen sus brazos en los grandes bolsillos de plástico de la 'cortina', que reiteradamente es desinfectada por las enfermeras de la residencia. Y, así, vuelven a abrazarse.
'El plástico tiene una espesura que permite sentir el cuerpo en su integridad' y 'esto genera neurotransmisores y hormonas' que producen 'un bienestar maravilloso', dijo en declaraciones a Efe la terapeuta ocupacional Mayara Martins, de 32 años.