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El papa Francisco pudo ver hoy con sus propios ojos, durante su visita a las ciudades de Mosul y Qaraqosh, en el norte de Irak, las atrocidades y la devastación que causaron los terroristas del Estado Islámico (EI) durante su ocupación y quiso enviar un mensaje de ánimo a sus habitantes para su reconstrucción.

En la devastada Mosul, rodeado de escombros y ante las cuatro iglesias cristianas destrozadas de la plaza Hosh al Bieaa, donde una vez jugaban los niños cristianos y musulmanes, Francisco rezó por las víctimas de todas las guerras en su tercer día de visita al país árabe.

'Si Dios es el Dios de la vida, y lo es, a nosotros no nos es lícito matar a los hermanos en su nombre. Si Dios es el Dios de la paz, y lo es, a nosotros no nos es lícito hacer la guerra en su nombre. Si Dios es el Dios del amor, y lo es, a nosotros no nos es lícito odiar a los hermanos', comenzó Francisco su oración.

Sólo con la paz y con la reconciliación, añadió, 'esta ciudad y este país se podrán reconstruir, y se logrará sanar los corazones destrozados de dolor'.

Francisco escuchó algunos testimonios de lo ocurrido durante los tres años, entre 2014 y 2017, que los yihadistas controlaron Mosul, la ciudad donde el EI estableció el 'califato' por su fallecido líder Abu Bakr al Bagdadi, y cuya barbarie provocó el éxodo de cerca 500.000 personas, 120.000 de ellas cristianos.

Lamentó 'la trágica disminución de los cristianos', en Irak y en todo Oriente Medio, que supone 'un daño incalculable no sólo para las personas y las comunidades afectadas, sino para la misma sociedad que dejan atrás'.

En 2003 había 1,4 millones de cristianos en el país, mientras que ahora oscilan entre 200.000 y 300.000 y se calcula que solo el 50 % de los que huyeron durante la invasión yihadista han vuelto a sus hogares.