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Las plataformas de internet Twitter, Google y Facebook contribuyen a la desinformación por su 'peligroso' modelo de negocio basado en aumentar la visualización de sus contenidos, sin muchas veces controlar el origen o fiabilidad de los mismos.

Así lo denunciaron en un debate con motivo del informe anual sobre la libertad de prensa de Reporteros Sin Fronteras (RSF) el politólogo estadounidense de origen japonés Francis Fukuyama y la reportera brasileña Patrícia Campos Mello, quien acaba de vencer un pleito contra el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, por comentarios machistas.

'Twitter, Google y Facebook son peligrosas porque son muy poderosas. Tienen un modelo de negocio que vive de aumentar sus clicks y para ello hay que atraer a la audiencia y eso puede conllevar publicar informaciones más llamativas que pueden resultar ser falsas', dijo Fukuyama, autor del superventas 'El Fin de la historia y el último hombre' (1992).

El intelectual alertó de que esa desinformación acaba por socavar la confianza de la ciudadanía acerca de las autoridades e instituciones del Estado, provocando que parte de ella haga caso omiso a consignas de sanidad públicas en tiempos de pandemia, como aceptar las vacunas o portar mascarillas.

El escritor reconoció que en el inicio de estas plataformas todos las celebraron porque las veían como un medio para consolidar 'la democracia y la libertad', aunque ahora 'mucha gente entiende lo peligrosas que son'.

Una 'lucha desigual' contra las redes

La reportera del diario brasileño Folha de Sao Paulo Campos Mello, ganadora del Premio de Periodismo Rey de España 2018, entre otros galardones, dio su testimonio de lo difícil y peligroso que es lidiar con informaciones publicadas en las redes.

'Es una lucha tremendamente desigual, nosotros trabajamos para publicar información veraz, pero ellos, el presidente (Bolsonaro) y otros políticos de su línea son ultradifusores de desinformación', lamentó.

Campos Mello estimó que los gigantes tecnológicos han sido muy pasivos en Brasil para frenar las oleadas de noticias falsas, comenzando por las informaciones compartidas por el propio presidente.

'Hasta en 28 ocasiones violó las reglas y Facebook no dijo nada, no dijo que era desinformación. Entiendo que hay un coste político de regular a figuras políticas. En Estados Unidos (las plataformas) han empezado a hacerlo, pero no en Brasil', criticó.

La periodista venció el pasado marzo un pleito contra Bolsonaro, que deberá indemnizarla con 20.000 reales (unos 3.700 dólares) por descalificaciones de tinte machista y sexual, al insinuar que la reportera había ofrecido sexo a una fuente a cambio de una información que perjudicaría al presidente.

Esa información a la que Bolsonaro aludía era un reportaje de Campos Mello sobre la difusión en masa de informaciones falsas en las elecciones de 2018.

'Aunque no sea una decisión final, se trata de un mensaje positivo', indicó la periodista, quien también deberá de ser indemnizada por el diputado Eduardo Bolsonaro -uno de los hijos del presidente brasileño- por el mismo caso.

Apoyo a la causa bielorrusa

También intervino en el coloquio la líder bielorrusa de la oposición y excandidata presidencial en 2020 Svetlana Tijanóvskaya, quien está exiliada en Vilna, la capital de Lituania.

Tijanóvskaya, el rostro de las protestas contra el presidente Alexandr Lukashenko, acusado por Occidente y la oposición de falsear los comicios de agosto de 2020, pidió 'apoyo' y atención a la comunidad internacional sobre la crisis en Bielorrusia, una antigua república soviética que hace frontera con la Unión Europea.

'Actualmente hay once periodistas en prisión en mi país, periodistas prestigiosos. Una de ellas fue tiroteada. (...) Sin libertad de prensa no hay democracia viable', denunció.

Tijanóvskaya recordó que su marido, un popular bloguero, está desde hace once meses en la cárcel.

En la otra cara de la moneda está Noruega, el país que quedó en el primer puesto en el ránking de RSF.

Kjersti Loken Stavrum, directora de la Comisión de Libertad de Expresión en Noruega, dijo que su país busca construir 'una sociedad mejor para todos, en la que no haya ni censura ni presiones' y que esté regida por la transparencia.