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La oleada de violentos disturbios y saqueos masivos que asoló Sudáfrica durante las últimas jornadas figura ya, tras 117 fallecidos y más de 2.000 arrestos, como el estallido de violencia más grave ocurrido en el país austral desde la conquista de la democracia en 1994.

¿Cómo llegó la denominada 'nación arcoíris' y país más desarrollado de África a esta situación? Cinco claves de contexto ayudan a entender la crisis desatada el pasado 9 de julio:

La primera es el encarcelamiento del expresidente Jacob Zuma: adorado por muchos por su imagen de presidente del pueblo y odiado quizás todavía más por sus grandes escándalos de corrupción, la entrada en prisión del penúltimo jefe de Estado sudafricano fue el detonante de las primeras protestas, que luego degenerarían en oleada masiva de criminalidad.

La segunda, son los graves problemas socioeconómicos preexistentes: transcurridos más de 27 años desde el fin oficial del sistema de segregación racista del 'apartheid', Sudáfrica lidia aún con las heridas heredadas de aquella época, que afectan de manera mucho más profunda a la población negra.

Según datos del Banco Mundial, se mantiene como el país más desigual del mundo, el desempleo permanece enquistado en torno al 30 % desde hace años.