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Pedro Castillo, el sorprendente e inesperado ganador de las elecciones presidenciales de Perú, asume este miércoles la Presidencia con el país dividido entre la esperanza y la incertidumbre que suscitan su figura y sus promesas de cambio, que incluyen un referéndum para formular una nueva Constitución.

A comienzos de año, este profesor de escuela rural y líder sindical del magisterio era un desconocido para los peruanos y no entraba en las quinielas para ser el nuevo presidente, pero su cara casi anónima y su programa reformista caló en un país hastiado de su clase política tradicional y desesperado por la covid-19.

Su asunción presidencial tendrá una fuerte carga simbólica, pues en el mismo día que Perú conmemora los 200 años de su independencia, por primera vez en la historia del país llega a la jefatura del Estado alguien surgido directamente del campo andino, ajeno por completo a sus élites políticas históricas, muy inquietas ante su irrupción.

Castillo se pondrá la banda de presidente sin despojarse de su sombrero chotano, de paja y ala ancha, emblema de identidad de los campesinos de Cajamarca, región del norte de los Andes peruanos de la que es oriundo el electo mandatario.