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La masacre del aeropuerto de Kabul, que dejó más de 160 muertos tras un atentado en las puertas de la terminal durante las evacuaciones, es no solo el primer ataque desde la caída de Afganistán en manos de los talibanes, sino también para algunos el primer gran fracaso de los islamistas.

Pese a las alertas de seguridad de los Gobiernos extranjeros, y los informes de inteligencia, las escenas del aeropuerto, con decenas de cuerpos sin vida esparcidos en la periferia del recinto, evidenciaron la incapacidad de los fundamentalistas para asegurar el país ante amenazas terroristas.

Esta fue justamente una de las promesas de los talibanes en febrero del año pasado cuando acordaron con Estados Unidos la retirada de las tropas internacionales: no permitir que el suelo afgano fuera usado como base terrorista.

'Los talibanes dijeron que no permitirían que nadie amenace a ningún otro país, lo prometieron repetidamente, pero hay una diferencia entre no permitir y no ser capaz de prevenirlo', subrayó a Efe el investigador de asuntos de insurgencia Tameem Bahiss.

Aunque aquella promesa haya sido genuina, 'genuino no es importante en este punto, ser capaz sí lo es, ¿serán capaces de prevenirlo?' de nuevo, cuestiona el experto afgano, que señala ésta como una grieta del sistema de seguridad talibán.