Este domingo, unos 4,4 millones de nicaragüenses tendrán la oportunidad de votar para elegir a su presidente y vicepresidente, 90 diputados ante la Asamblea Nacional y 20 ante el Parlamento Centroamericano (Parlacen).
Las elecciones de Nicaragua se desarrollan en medio de una crisis sociopolítica que inició en 2018.
Daniel Ortega, quien gobernó de 1979 a 1990, y recuperó el poder en 2007, busca su tercera reelección seguida, para un cuarto mandato de cinco años consecutivos y segundo con su esposa, Rosario Murillo, como vicepresidenta.
El líder de Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), cumplirá 76 años el próximo 11 de noviembre, los últimos 42 con un dominio casi absoluto de la política nicaragüense.
La oposición y diversos países han rechazado las elecciones porque las consideran 'fraudulentas' y por su falta de legitimidad, al celebrarse con siete opositores que aspiraban a ser candidatos presidenciales encarcelados, y sin la observación de la OEA ni la Unión Europea (UE).
Con Cristiana Chamorro, Arturo Cruz, Félix Maradiaga, Juan Sebastián Chamorro, Miguel Mora, Medardo Mairena y Noel Vidaurre, los opositores detenidos por 'traición a la patria', Ortega asegura la victoria.
Así eliminó a tres partidos opositores, mientras que otros dos aspirantes a la Presidencia por la oposición optaron por el exilio tras conocer órdenes de captura en su contra.
De acuerdo con Mauricio Jaramillo Jassir, profesor de la Universidad del Rosario, la crisis del sistema político en Nicaragua se agudizó en 2014 cuando la Asamblea aprobó la reelección indefinida de Daniel Ortega. 'A partir de este momento se ha venido presentando una erosión grande con un sistema cargado a favor del oficialismo', detalló.
Recientemente se presentado dos informes sobre la situación de derechos humanos en este país, uno de Naciones Unidas y otro de CIDH, donde se da cuenta de persecución a la oposición, presos políticos, detenciones arbitrarias y otros.
'Hay mucha tensión y un ambiente de polarización y las encuestas hablan de un porcentaje significativo de nicaragüenses que no cree en la legitimidad de las elecciones. El hecho de que haya tantos aspirantes sin el derecho de presentarse crea una polarización muy riesgosa', agregó.