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La 'Noche de los cristales rotos' en Alemania, de la que este fin de semana se han cumplido 75 años, originó una situación que, según palabras del entonces embajador colombiano en Berlín, Jaime Jaramillo, 'ni tan siquiera Dante hubiera podido imaginar'.

Una nueva exposición, con el título 'Desde el interior al exterior', repasa desde hoy en la Nueva Sinagoga de Berlín cómo los diplomáticos extranjeros presentes en la capital describieron en los cables a sus respectivos gobiernos la destrucción de centenares de sinagogas, tiendas y hogares judíos.

Entre ellos, destaca el vivo relato ofrecido por el primer secretario de la embajada de Colombia en la capital alemana, Rafael Rocha-Schloss.

Éste fue testigo en primera persona de la barbarie nazi cuando, después de asistir a una cena en la embajada colombiana, volvía junto a su mujer a su casa en la avenida Kurfürstendamm de Berlín, una arteria que el propio diplomático compara con 'los Campos Elíseos' de París.

Rocha-Schloss relata en sus escritos cómo 'una cuadrilla de individuos, armados de barras de hierro, iban destrozando sistemáticamente todas las grandes vitrinas de los principales almacenes de Berlín'.

Tampoco duda el diplomático al señalar el objetivo de las hordas nazis, dirigidas por 'individuos que lucían el uniforme negro de los SS', y cuya 'destrucción iba dirigida contra las propiedades israelitas'.

'Los forajidos rompían, unos los vidrios, mientras los otros penetraban a los interiores destruyendo todos los muebles allí existentes y arrojando las mercancías a la calle, en donde pude observar como, sin ningún disimulo, se sustraían los objetos de valor', narra Rocha-Schloss.

Explica en sus informes que 'los atentados personales' no fueron escasos, aunque era 'imposible poder controlar el número de víctimas, ni los innumerables suicidios', que en cualquier caso, según sus cálculos, pasaban 'de centenas'.

Las autoridades nazis fueron conscientes desde el primer momento de que la difusión de lo ocurrido durante aquellas horas les granjearía críticas internacionales, y por ello trataron de evitar que se divulgasen imágenes en el exterior, lo cual generaría nuevas fricciones con el personal de la embajada colombiana.

La mañana siguiente el embajador Jaramillo, junto a Rocha-Schloss y otro diplomático colombiano, Henao Toro, decidieron realizar algunas fotografías para dejar constancia de los destrozos, un hecho que originó una rápida reacción de las autoridades alemanas.

'Pocos momentos después de haber tomado esta fotografía, el automóvil de la legación colombiana fue detenido en una de las principales vías de Berlín, Kurfürstendamm, por un carro blindado de la policía del Reich', escribe Rocha-Schloss.

Los policías exigieron a los colombianos que les entregasen las cámaras fotográficas, pero éstos se resistieron escudándose en el 'fuero diplomático' que los amparaba.

Tras permanecer una hora retenidos en la vía pública fueron conducidos 'a una de las dependencias de la Cancillería, en donde se les dejó en libertad'.

También la embajada mexicana describió de modo pormenorizado a su Gobierno las consecuencias de ese incidente, uno de los muchos que siguieron a aquella terrible noche de noviembre.

Según relató la legación mexicana en su informe político de noviembre de 1938, el canciller Adolf Hitler canceló 'la audiencia que para el día 14 del mismo mes había concedido al señor Jaramillo para la presentación de sus credenciales, reservándose para más adelante la resolución sobre si el señor Jaramillo sería o no aceptado'.

Sin embargo, el Gobierno colombiano no esperó la resolución germana y 'ordenó que el señor Jaramillo saliera para Francia y que el señor Rocha se trasladara como encargado de negocios a Dinamarca'.

Así, Colombia dejó 'acéfala su representación diplomática en Berlín mientras no recibiera cumplidas excusas del Gobierno alemán'.

Menos de un año después se desencadenaba la II Guerra Mundial, en la que Colombia se declaró inicialmente neutral, aunque cortó las relaciones económicas y diplomáticas con el III Reich.

Sin embargo, en 1943, después de que barcos mercantes colombianos fuesen atacados por submarinos alemanes, el país declaró la guerra al régimen de Hitler.