Skipper toma el sol en su piedra como todas las mañanas. Grande acaba de darse un baño y Kowalski empieza a aletear enérgicamente porque se acaba de dar cuenta de que la cuidadora está abriendo la puerta con un cubo lleno de anchovetas y sardinas.
Son tres de los ocho pingüinos de Humboldt que se recuperan en un refugio a las afueras de Santiago y aprenden a lidiar con una condición que les impide hacer vida normal en el litoral chileno con el resto de ejemplares de su especie: la ceguera.
Algunos tienen cataratas, otros desprendimiento de retina y membrana vítrea, pero todos fueron encontrados en la playa cuando sus padres les echaron del nido, con apenas tres meses, desnutridos y al borde de la muerte.
'Un pingüino sano que acaba de salir del nido pesa más de 4 kilos, pero los ejemplares ciegos que nos llegan apenas llegan al kilo y medio. No saben pescar, están verdaderamente famélicos, con las plumas secas y sin casi poder abrir los ojitos', explicó a Efe Isabel Hernández, presidenta de la Fundación Mundomar y responsable del refugio.
La veterinaria mexicana recibe a todos los pingüinos ciegos rescatados por el gubernamental Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura (Sernapesca) y les hidrata con sondas, les da vitaminas, les hace análisis y les pesa semanalmente hasta que se recuperan.