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A solo 80 kilómetros de Bogotá un santuario de osos de anteojos recupera animales que fueron explotados por el hombre y los mantiene en un ecosistema andino que brinda agua a 10 millones de colombianos, una misión amenazada por la reducción de recursos causada por la pandemia de coronavirus.

En un bosque de niebla regado por riachuelos y bordeando el Parque Nacional Natural Chingaza, cerca de la localidad de Guasca, nueve osos de anteojos (Tremarctos ornatus), especie también llamada oso andino, son rehabilitados en este santuario al que llegaron de diferentes partes de Colombia luego de ser rescatados de circos y otros ambientes urbanos.

En total son 54,9 hectáreas las que tiene el Santuario del Oso de Anteojos, mantenido por una fundación del mismo nombre, al que se llega por una carretera sin asfaltar y en mal estado.

'Es una iniciativa privada para el cuidado y conservación del oso de anteojos, que es una especie en estado crítico, amenazada y en peligro de extinción en nuestro país. Es una especie que es demasiado importante para la conservación y el mantenimiento de los ecosistemas alto andinos', cuenta a Efe el director del santuario, el veterinario Orlando Feliciano.

Para cumplir su tarea, Feliciano trabaja con tres personas más: otro veterinario y dos técnicos, 'que son los encargados permanentes de alimentar día a día a los osos' y de velar por su bienestar.

'Esas tres personas llevan todo el tiempo de la cuarentena en la reserva y yo estoy un poco más flotante, porque alguien tiene que ir por el alimento, conseguir y recaudar los recursos, hacer toda esa parte logística para que el santuario no detenga sus acciones', explica.