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Cada mañana, Valentina Arellano toma un pequeño desayuno y sale de casa a las 6.00, acompañada por su madre, para atravesar una de las 'trochas' sobre el río Carchi, la frontera natural entre Ecuador y Colombia.

Tiene nueve años y nacionalidad colombiana, pero vive del lado ecuatoriano de la demarcación, en una humilde casona ubicada junto a una antigua sede de estilo neoclásico de la Policía de Aduana, hoy en desuso.