Era la madrugada del 27 de diciembre de 1999, en el corregimiento de Santa Rosalía, municipio de la Zona Bananera, cuando un escuadrón de rufianes de las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, irrumpieron en la humilde vivienda de Leila, una niña magdalenense de apenas 16 años.
En medio del caos y el horror que apenas iniciaba, Hernán Giraldo, el temible ‘Patrón de la Sierra Nevada’, sediento de cumplir con sus asquerosas y retorcidas obsesiones, obligó a la jovencita a caminar hasta el baño de la casa.
Allí le estampó la frente contra la cerámica del retrete y, posteriormente, abusó sexualmente de ella. Ni él, ni los dos paramilitares que continuaron con su abuso, tuvieron compasión de que la niña, que lloraba a cantaros, le emanaba sangre por todo el rostro producto del golpe. Esa cicatriz –tanto la física como la mental- aún la atormenta hoy en día.
Leila, al igual que las otras 201 mujeres abusadas (casos documentados) por el líder del Frente Resistencia Tayrona, no ha superado del todo ese horror. Por eso en 2021, cuando el exjefe paramilitar fue deportado de Estados Unidos tras pagar una condena de 12 años, se acuarteló en su vivienda y evitaba a toda costa salir por el miedo absoluto de encontrarse con su verdugo.
Giraldo, por su parte, continuó su legado de abusos con complicidad del INPEC en las cárceles de La Ceja e Itagüí, en Antioquia, y Modelo, en Barranquilla, entre 2007 y 2008. Debido a lo anterior, la Sala de Justicia y Paz del Tribunal Superior de Barranquilla decidió expulsarlo; sin embargo, su nefasta estela de crímenes de lesa humanidad, que podría ascender a 500, aún atormenta a sus víctimas, las cuales en su mayoría aún no han gozado de ningún tipo de reparación o ayuda por parte del Estado.
El ‘Patrón de la Sierra Nevada’, que alguna vez fue un jornalero nacido en San Bartolomé en Pácora, en el departamento de Caldas, y quien –posteriormente- se instaló en el Magdalena en la década del 80, tenía unos estándares en su macabra selección: le gustaban las niñas blancas, menores de 14 años y que fueran vírgenes. Se desvivía por las que tenían caderas anchas porque –según él- en su construcción de depredador sexual, de acuerdo con expertos, eso iba a garantizar que su linaje iba a gozar de mejor salud y anatomía física.
En total, de acuerdo con los registros oficiales, Giraldo Serna tuvo poco más de 90 hijos (el número real es desconocido), quienes la mayoría –como fue su objetivo desde el principio- empezaron a hacer parte de su andamiaje paramilitar en la zona. Tras la desmovilización, la mayoría siguió delinquiendo y construyó las bases del grupo criminal Leales Giraldo. Se dividieron, se mataron entre ellos mismos, y luego otros siguieron con Los Pachenca, que con el pasar de los años se convirtió en lo que hoy son las Autodefensas Conquistadoras de la Sierra Nevada.
'Es increíble que durante 25 años el Estado colombiano, las instituciones y la sociedad no se hayan dado cuenta. Este es un depredador sexual sistemático que acabó con la niñez y la vida de muchísimas familias. Muchas hoy guardan silencio y tienen miedo de Giraldo', señaló Norma Vera, una de las investigadoras del conflicto que durante ocho años ha documentado los abusos sexuales de Giraldo.
Giraldo se creía y, en realidad, era intocable en la Sierra Nevada de Santa Marta. No importaba los hechos atroces que cometiera porque ningún pobre campesino iba a alzar la voz. Violó a hermanas de 12 años, violó a una niña de 13 años que le solicitó ayuda para tratar un tumor que tenía agonizando a su madre en 2003, violó e hizo consumir droga por primera vez a una niña en 2004 y violó a una niña de 11 años en 2005, a quien la obligó a 'ser su mujer', entre otros cientos de casos.
'Sentía temor de responderle que no quería, porque toda la gente hablaba que él mandaba a matar a la gente que no hacía lo que él quería. (…)Por miedo, le dije que sí, porque la verdad era que yo no quería estar con él, yo tenía apenas once años, no sabía nada de novios, yo me la pasaba todo el día jugando en la finca con los otros niños, yo no me había desarrollado, tuve mi primera menstruación cuando ya tenía doce años', dijo una de las menores en su declaración a las autoridades y que quedó plasmado en los folios de justicia y paz.
Giraldo Serna no usaba ningún método de protección con las menores. Muchas de ellas se contagiaron de sífilis y muchas de ellas eran usadas simplemente como un recipiente de semen hasta que quedaran embarazadas. A otras les daba $600.000 luego de usarlas para sus vejámenes. A otras prendas. A otras las golpeaba. A otras las amenazaba con la punta del fusil en la boca.
Pero la tragedia no paraba ahí. La cabeza mandaba y sus subordinados seguían su espeluznante ejemplo. Alias Carlos o Caliche fue otro depredador que aprovechaba la indefensión de cualquier menor de edad de los pueblos ubicados a la falda de la Sierra para abusar de ellas. A una víctima, en 1986, el paramilitar la secuestro, la abusó y, posteriormente, le dio una golpiza que la hizo perder el bebé.
'Un día de la fiesta de la Virgen del Carmen me llevó donde mi mamá y me dijo que me quedara allá, que él iba a hacer unas diligencias, al día siguiente cuando él volvió yo había salido de la casa a ver la procesión, él se enojó y fue a buscarme, me llevó a la casa y me golpeó, me dio contra la pared, me dijo que si yo le contaba a alguien él mataba a mi hermano porque yo debía hacer lo que él dijera', se lee en otro testimonio.
Además, según la Fiscalía, el 28 de diciembre de 1986, alias El Mono Arhuato abusó sexualmente de una menor de nueve años de edad que vendía gaseosas en el retén ubicado en Buritaca.
'Las características con que la violencia sexual era ejercida por parte del Frente de Resistencia Tayrona no correspondían a las de violaciones oportunistas, como se desarrollaban en otros grupos paramilitares; eran violaciones sistemáticas como parte de una condición estratégica. Es decir, el cuerpo de la mujer era utilizado como un botín de guerra para tener hijos y de esta manera perpetuar las acciones criminales dentro del territorio', señaló Vera Salazar en un informe para la Comisión de la Verdad.
En medio de su mandato, que algunos valoran en el Magdalena, Giraldo mostró su crueldad con las mujeres, a las que muchas veces hizo correr por su vida en los prendios de La Estrella.
'Cuando llegamos hasta el sitio donde provenían los disparos me encontré con dos jovencitas entre los dieciocho y veinte años según se dice y venían de Cundinamarca. Cuando yo las vi ellas estaban con las ropas todas rasgadas, una ya tenía tiros en ambas piernas muy amoratada en los ojos, reventada la boca y la otra la estaban arrastrando del pelo. Luego, a pesar de estar heridas, las obligaban a correr disparándoles hacia los pies como para seguir la fiesta y aumentar el pánico entre ellas', dijo un testigo en un documento recogido por el Centro de Memoria Histórica.
EL HERALDO conoció que muchas de las víctimas de Hernán Giraldo no han podido continuar sus vidas sin afectaciones. Muchas de ellas se volvieron introvertidas, otras han evitado a toda costa las relaciones sentimentales y algunas de ellas tienen cada tanto pensamientos suicidas.
Eso sí, solo esperan que esta decisión de justicia y paz no sea solamente un golpe mediático y el Patrón de la Sierra pase los años en una cárcel lejos de menores de edad. Que su nefasto legado no continue.