'Ayer nos devolvieron', cuentan las autoridades indígenas sikuani este miércoles 27 de marzo frente a la barrera que les impide entrar a sus casas hasta que reciben autorización para seguir, y denuncian que sus tierras ancestrales, en el departamento colombiano del Meta, ahora son propiedad de terceros que, según afirman, los compraron de forma irregular.
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En la finca Santa Catalina, propiedad de la empresa cárnica La Fazenda, reciben una negativa de pasar junto a la comitiva de periodistas que los acompaña; prueban suerte con la otra entrada, la de la comunidad ultrareligiosa menonita, que sí les autoriza el paso.
'Aquí están enterrados nuestros abuelos', cuenta Jairo Ortiz frente a uno de los sitios sagrados de los sikuani, ahora en territorio menonita.
'En época de violencia se fueron de aquí, no le vendieron a nadie los predios y los dejaron botados, en ese momento llegó otra gente que no es indígena y se adueñaron', indica el capitán, cargo de autoridad de este pueblo seminómada desplazado en varios episodios de la historia colombiana.
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En el Meta vivieron hasta el llamado periodo de 'la Violencia', que comenzó en 1946, cuando tuvieron que huir hasta los vecinos departamentos de Vichada y Guaviare. Después regresaron pero vino de nuevo a persecución con las 'guahibiadas' y 'jaramilladas', términos usados para referirse a las cacerías de indígenas para desplazarlos de sus tierras y apoderarse de ellas.
Hace unos años volvieron a la tierra de sus ancestros cuando se redujo la intensidad del conflicto colombiano, pero se dieron cuenta de que lo suyo ahora estaba en manos de otros, entre ellos una comunidad menonita procedente de México que encontró la tierra prometida en los Llanos Orientales colombianos.
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El problema de la tierra en Colombia es una de las grandes deudas del Estado; es muy difícil saber de quién es cada predio porque muchos territorios no tienen titulos.
Ahora, las 135 familias sikuani de este asentamiento reclaman sus tierras y denuncian su apropiación y acumulación por extranjeros.