Los progresos experimentados a escala mundial a favor de la equidad de género en la educación no han sido suficientes para eliminar las disparidades entre alumnos y alumnas, debido tanto a factores sociales, como emocionales o de comportamiento, según refleja un estudio difundido hoy por la OCDE.
'La buena noticia es que se ha avanzado hacia el objetivo de la igualdad y que, para seguir haciéndolo, no es preciso invertir en costosas reformas. La mala, que para erradicar la disparidad hay que combatir factores muy anclados en nuestros comportamientos', resumió el director del área de Educación de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), Andreas Schleicher.
El estudio, presentado en Berlín y titulado 'El ABC de la igualdad de género en educación: aptitudes y comportamientos', refleja diferencias calificables, según Schleicher, de 'clásicas', por lo conocidas, como son el dominio de los chicos en matemáticas o la superioridad de las chicas en la lectura.
'Estas diferencias no deben considerarse algo innato, sino resultado de unos comportamientos y actitudes adquiridos, y deben combatirse para lograr agotar el potencial de todos los alumnas y alumnas', indicó.
El estudio, centrado en los 15 años, constata que las desigualdades observadas en el rendimiento de chicos y chicas son en parte atribuibles a factores como su percepción de esas materias, o la confianza en sí mismos.
Así, entre las chicas se perciben las matemáticas como una asignatura 'difícil', mientras que entre los chicos se considera la lectura como algo 'poco relevante' para su futuro profesional.
En los países de la OCDE, la diferencia en puntuación en matemáticas entre los chicos y chicas de mejor rendimiento escolar es de 19 puntos.
Sin embargo, este desfase se diluye y hasta desaparece cuando se compara a chicas y chicos con un nivel similar de confianza en sí mismos con respecto a las matemáticas; y lo mismo ocurre con la lectura.
A las actitudes o afinidades de los escolares se suman las de los maestros o padres, que asignan una mayor o menor competencia a los chicos o chicas de acuerdo al reparto clásico que se atribuye a cada sexo.
'Incluso en situaciones de rendimiento escolar idéntico en matemáticas se tiende a dar una mejor nota al chico, porque se considera que el primero encaminará en esa dirección su futuro profesional y que hay que animarle a su estudio', apuntó Schleicher.
A la inversa ocurre lo mismo en ámbitos como la lectura, lo que crea una especie de círculo vicioso entre afinidades reales o adquiridas, prosiguió el experto de la OCDE.
Apenas una de cada veinte chicas se imagina trabajando en el futuro en un área científica o técnica, donde están los empleos mejor pagados, frente a cuatro de cada veinte chicos, aunque los estudios PISA muestran que sus rendimientos en ciencias en la escuela son similares.
En países como Chile, Hungría o Portugal, alrededor del 50 % de los padres se imagina a sus hijos varones trabajando en un área científica y técnica, y sólo el 20 % a sus hijas.
'La brecha del género persiste, estemos en Suecia o Finlandia o en los países del sur de Europa, tradicionalmente más machistas', resumió el experto.
No hay diferencias innatas en cuando a rendimiento potencial, pero sí en cómo utilizan los chicos o las chicas sus capacidades, subraya el estudio.
Así, las chicas dedican más tiempo a las tareas escolares -unas siete horas semanales, frente a cuatro de los chicos-, su percepción de la escuela es más positiva y están más implicadas en el estudio.
Sin embargo, tienen en contra los arquetipos familiares, sociales o del entorno laboral, que condicionan su rendimiento.
Entre los chicos está más extendida que entre sus compañeras la idea de que la escuela es una pérdida de tiempo, pero paradójicamente serán ellas quienes se verán con más frecuencia empujadas a interrumpir sus estudios, influidas por sus padres o incluso por sus novios.
'El ABC contra la desigualdad de género, como lo denominamos, se orienta tanto a la actitud de los padres, como de los maestros, como de los futuros patronos', concluyó Schleicher al recordar el desnivel persistente entre los salarios de hombres y mujeres en el ámbito laboral del mundo desarrollado.