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El mercurio se puede conseguir en varias formas, está presente de forma natural en el ambiente: elemental (o metálico) e inorgánico (al que la gente se puede ver expuesta en ciertos trabajos); u orgánico, el cual llega al cuerpo humano por los alimentos.

El grado de toxicidad y sus efectos sobre los sistemas nervioso e inmunitario, el aparato digestivo, la piel y los pulmones riñones y ojos varían dependiendo del tipo al que pertenezca.

El proveniente de forma natural en la corteza terrestre, puede venir de actividad volcánica, la erosión de las rocas o la actividad humana.

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La última puede proceder de procesos industriales como la combustión de carbón en centrales eléctricas o la extracción minera de mercurio, oro (el cual se extrae con cianuro) y otros metales.

Cuando el mercurio es liberado, algunas bacterias pueden someterlo a un proceso de transformación a metilmercurio. Es este el que se acumula en peces y mariscos y luego llega a depredadores que se alimentaron de las especies que lo ingirieron.

El consumo de pescados y mariscos o la inhalación de vapores de mercurio por procesos industriales son de las formas más comunes de la exposición al mercurio del ser humano.