'¡Tenemos un leopardo!', avisa Lauren, guía de safaris en Sudáfrica, a los cientos de espectadores que observan en vivo en el canal Wild Earth TV. En los tiempos del coronavirus, safaris virtuales como este alivian cada día el confinamiento de miles de personas alrededor del mundo.
'En los primeros días después de que el primer país empezara a confinarse, vimos un incremento por tres de nuestra audiencia, un aumento inmenso de la audiencia de un día para otro. Y sigue creciendo y creciendo', explica Graham Wallington, director ejecutivo de Wild Earth TV.
'Es una oportunidad de escapar al confinamiento, de sentir que estás conectado con otra gente y de que estás haciendo algo ahí fuera en la naturaleza', agrega Wallington.
En Sudáfrica, de donde es originaria esta iniciativa, las reservas y grandes parques nacionales, que atraen a millones de turistas cada año, permanecen cerrados estos días por culpa de la pandemia de COVID-19.
Lo mismo ocurre en el resto del continente africano ya que, incluso en los países en los que no se han impuesto medidas drásticas de confinamiento general, la extinción del turismo debido a la pandemia ha dejado a los animales a solas con los vigilantes, los guías de safari y los cuidadores.
Las restricciones han suspendido también muchos de los proyectos que normalmente ofrecen este tipo de 'ventanas virtuales' en directo a la naturaleza africana, ya sea en forma de safaris en línea u otro tipo de retransmisiones.
Pero las que han aguantado, cobran ahora una nueva dimensión en un contexto en el que seis de cada diez personas de todo el planeta deben permanecer obligatoriamente encerradas en sus casas.
'Estamos preocupados por la salud de la gente que está atrapada en casa. Esta es una forma genial de conectar con la naturaleza y de 'salir', pero hacerlo sin el riesgo de contraer la enfermedad', apunta Wallington.
'Creo que un factor importante que lo que atrae a la gente es el hecho de que no tiene guion, no sabes qué es lo que va a pasar (...). Pero también creo que otra cosa que importa a la gente es que sientes que estás en el vehículo. Se siente, no tanto como verlo en la televisión, sino como una experiencia', añade.
Alternativas virtuales. Wild Earth retransmite cada día por su canal de Youtube dos safaris -al amanecer y al atardecer- desde la reserva privada sudafricana de Djuma (en la misma zona que el icónico parque Kruger).
En las retransmisiones, además, los guías contestan en directo a las preguntas enviadas por el público -en especial niños que observan desde todo el mundo-, igual que harían en un safari normal.
Pero, por supuesto, esta iniciativa no es la única opción que existe para conectar en directo con la naturaleza salvaje de África.
Desde Sudáfrica, un país especialmente favorable para realizar proyectos como estos porque, a la condición de potencia del turismo de naturaleza se le suma la ventaja de ser la nación más desarrollada del continente, hay también emisiones en directo en los canales Kruger Sightings y andBeyond (también vía YouTube).
Otra plataforma destacada es Explore.org, que con sus cámaras fijas ofrece, por ejemplo, vistas en directo del hábitat de los gorilas en un parque nacional de la República Democrática del Congo o de una charca en la que el centro de investigación keniano Mpala muestra a varios hipopótamos chapoteando en el agua.
Todo apunta, de hecho, a que las restricciones impuestas por la lucha global contra el coronavirus van a provocar una multiplicación de este tipo de iniciativas, como opciones gratuitas y experiencias privadas de pago.
'Muchas compañías de safaris que conocemos se están preparando para empezar a ofrecer safaris privados virtuales', comenta Wallington.
Futuro incierto para el turismo. La crisis sanitaria generada por la pandemia de COVID-19 ha puesto contra las cuerdas a la economía mundial. Pero mientras que algunos sectores podrán, previsiblemente, recuperar de manera gradual su actividad una vez pase 'lo peor', los efectos a medio plazo para el sector del turismo se prevén devastadores.
En África, buena parte del turismo internacional recae sobre los viajes de experiencias con la naturaleza, una actividad que no solo tiene una dimensión económica, sino que también está directamente relacionada con la conservación de la fauna y la flora.
La industria de los safaris es especialmente importante para países como Botsuana, Kenia, Namibia, Ruanda, Sudáfrica, Tanzania, Uganda o Zambia; donde este tipo de viajes supone el 80 % de los ingresos que genera el turismo internacional.
En esos países, en 2018, los safaris dejaron unos ingresos por valor de 12.400 millones de dólares, según la Organización Mundial del Turismo.
Ahora, en el contexto de la pandemia de COVID-19, a principios de este mes una encuesta realizada por el portal internacional SafariBookings.com entre sus proveedores apuntaba que casi la totalidad de los operadores del sector están reportando una reducción de al menos el 75 % en los volúmenes normales de reservas, en comparación con las mismas fechas de otros años.
La contracción y la incertidumbre sobre la recuperación del sector turístico a medio y largo plazo supondrán, por tanto, un duro golpe para las economías y el empleo en muchos países africanos.
Pero más allá de esa debacle se esconde otro desastre potencial, el que afectaría a la conservación de la fauna y la flora africanas.
Los ingresos del turismo no solo son vitales para mantener en forma los grandes parques naturales africanos -como el Kruger de Sudáfrica, el Serengeti en Tanzania, el namibio Etosha o el keniano Masai Mara, por citar algunos de los más famosos-, donde viven centenares de especies en peligro de extinción.
El turismo también es clave en la supervivencia de miles de reservas privadas que, aunque sean mucho más pequeñas, juegan un papel crucial en la conservación de la fauna y la flora africanas y en el porcentaje de suelo que cada país dedica a mantener las condiciones de 'hábitat natural' de sus especies nativas.
'Si la vida salvaje no contribuye económicamente es muy difícil justificar conservarla (a nivel privado). Y ninguno sabemos qué significa esto; estamos asustados', reflexiona Wallington.
'Si pudiésemos volver a la normalidad pronto quizás lo peor se pueda evitar. Pero si tarda mucho, si tardamos un año o dos años, entonces habrá muchos, muchos negocios que no sobrevivirán. ¿Dónde dejará eso a la conservación? No lo sabemos. Da mucho, mucho miedo', finaliza.