Nueva York. Paul Simon, uno de los cantautores más talentosos del siglo XX, gran letrista y compositor, cumple este miércoles 80 años tras haber vivido varias vidas musicales y con el favor del público todavía intacto, como quedó de manifiesto en su aparición el pasado septiembre en un macroconcierto en Central Park de Nueva York, la ciudad donde comenzó su carrera.
Simon ha sido famoso por muchas razones: por formar con Art Garfunkel uno de los dúos más exitosos de la historia, por casarse (duraron un año) con Carrie Fisher, la princesa Leia de Star Wars, o por poner a bailar al mundo entero los ritmos africanos de Graceland, disco fundador de la luego llamada World Music. Pero todos estos hitos tienen su cara B.
UN DÚO MAL AVENIDO.
Paul Simon y Arthur Garfunkel iban juntos a la misma escuela. Atraídos por la música neofolk tan en boga en los sesenta y setenta, formaron un dúo perfecto por el equilibrio de las voces: Paul hacía los graves y Arthur los tonos altos; las canciones las firmaba Simon, pero Garfunkel resaltaba más en el escenario. Dicen que pronto surgieron unos celos irreconciliables: Paul envidiaba el porte de Arthur; el otro envidiaba el talento de Paul.
Juntos lograron vender cifras millonarias con megaéxitos que acompañaron a generaciones enteras, como The Sound of Silence o The Boxer,con unas melodías que tararearon millones de personas en la era de los vinilos y las cintas de casete.
Su éxito traspasó los escenarios y llegó hasta el cine: suya es la canción de Mrs. Robinson que suena de principio a fin de la película de The Graduate .
Pero intramuros, Paul Simon y Arthur Garfunkel, el moreno y el rubio, el bajo y el alto, no se soportaban. Peleados desde 1970, los cantantes protagonizaron en 1980 una de las falsas ‘reconciliaciones’ de la historia de la música que solo les sirvió para hacer caja en un concierto en Central Park que rompería récords de audiencia, sin que la relación entre ellos se recompusiera.
Lo cierto es que la carrera de Simon en solitario volvió a despegar en 1986 cuando se lanzó a una arriesgada aventura que cambió para siempre su vida y fue un hito fundacional en la música de raíces.
En pleno descrédito mundial del régimen sudafricano por el apartheid, se fue a Johannesburgo y reclutó a músicos locales para producir juntos el álbum Graceland. La osadía de romper el boicot cultural a Sudáfrica le costó muy caro en un primer momento: el Congreso Nacional Africano lo puso en una 'lista negra'.
Sin embargo, prominentes artistas africanos rompieron una lanza en favor de Simon. De entre todos ellos, el exiliado Hugh Masekela fue el más firme defensor de Graceland, y suya fue la idea de organizar un festival con los cantantes africanos más comprometidos: ese fue el concierto de Zimbabue, en el que Simon compartió el escenario con Masekela, Miriam Makeba o los Ladysmith Black Mambazo. Esas imágenes quedarán para siempre en la historia de la música