Hablar de la dinastía Ovalle es viajar inmediatamente a los majestuosos coros de casi todas las agrupaciones de música vallenata, es pensar en Villanueva y en una familia que trae en el ADN una infinita dosis de talento, mucho se ha hablado de los hombres de la dinastía Ovalle; sin embargo, hoy quiero hablar de las mujeres que hacen parte de ella, mujeres inteligentes, valientes, creativas y atrevidas, que no se le arrugan a los desafíos y que han escrito nuevas líneas en una historia en la que se destacaban la voces representadas en prodigiosos coros, con ellas han surgido otros roles artísticos como cantautoras y en el caso de María Silena, Acordeonera.
Las mujeres definitivamente tejen nuevas realidades y lo hacen trascendiendo a miedos, obstáculos y la injusta imponencia del machismo; no se rinden ante el desafío de conquistar la industria porque el arte ya no solo es de talentos, mágicos momentos y parrandas en nuestros pueblos; ahora es de plataformas, globalizaciones, exigencia y a veces ambientes muy toscos.
Por ello, es importante mencionar que las mujeres de las que hablo hoy se han atrevido a desafiar todo y están en el camino de hacer música para tocar vidas, lo cual, lo hacen muy bien porque se ama lo que se hace, se nota y a ellas si que se les nota.
La fuerza femenina de las Ovalle
Elizabeth Ovalle hizo coros en su juventud y es la madre de Imera y Maria José, abuela de Alma, tia de Masilena, ella abrió el camino y las nuevas generaciones recogen la herencia de la valentía y la berraquera de una mujer con la fuerza del cerro pintao y las arepas de maíz villanueveras.
Imera Mejía Ovalle, cantante y compositora convencida de que es la música el camino para impactar el mundo, asume la herencia artística de la Dinastía Ovalle con honores, cuando sube al escenario proyecta amor, pasión y esperanza por lo que hace, entrega lo mejor al público y demuestra que las mujeres tienen todas las capacidades para abrirse camino en la música.