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A las faldas de las montañas de Ciudad Bolívar, la localidad más pobre y poblada del sur de Bogotá, se aferra con fuerza una gran carpa de circo en donde todos los días se escuchan risas, música y el rechinar de muelles de camas elásticas, signos de un trabajo callado que busca cambios en una población necesitada.

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Allí, tras un disfraz de payaso está Duvan Rojas Ojedo, un joven que se crió en el barrio de Los Tres Reyes, en donde hay 'una gran problemática de consumo de sustancias sicoactivas y muchos robos'.

Con vergüenza, el joven admite a EFE que fue ladrón y estuvo en centros de reclusión para menores de edad y más tarde las malas decisiones lo llevaron a la cárcel La Modelo, donde estuvo más de 20 meses.

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'Me voy a hacer otra vida', dijo cuando salió de la cárcel y antes de empezar a hacer malabares con limones y naranjas. Un día, su primo le dijo que se fuera con él para un semáforo en el norte de la ciudad y accedió.

Rojas recuerda que en su primera jornada ganó más de 50.000 pesos (casi 13 dólares), pero durante la pandemia por el coronavirus se lesionó y un compañero le recomendó pintarse la cara de payaso para hacer reír a la gente y lo motivó a apuntarse a la 'carpa de Don Bosco', que tenía una convocatoria abierta.

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