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Los museos, salas de exposiciones y ferias de arte se han vaciado en 2020, un año triste para el sector, pero la crisis de la pandemia ha servido para que muchas de estas instituciones se quiten el polvo de encima, avancen zancadas en sus procesos de digitalización y el arte llegue –por fin– a internet.

Durante los meses de confinamiento se organizaron exposiciones virtuales, visitas guiadas, conferencias, se crearon museos en la web, concursos y retos populares. El más famoso llenó internet de recreaciones de cuadros clásicos con lo que los ciudadanos tenían por casa: pocas veces el arte ha generado tanto interés en internet.

Muchos de los museos se vieron desbordados por la atención: durante el confinamiento el Museo del Prado tuvo que contratar más servidores (de 2 a 10) para soportar las visitas a la web, y el Louvre multiplicó por diez en un día (el 19 de marzo) sus visitantes virtuales, de 40.000 a casi 400.000.

Con la incertidumbre de la situación actual, el sector es consciente de que el proceso de digitalización que impulsó el confinamiento ha llegado para quedarse y museos, salas de exposiciones, galerías de arte, ferias y casas de subasta se apresuran a encontrar su identidad en la web.

En los últimos meses, el Museo Thyssen Bornemisza lanzó visitas guiadas virtuales para grupos y ha abierto un espacio en el videojuego Animal Crossing, y el Museo del Prado se lanzó a hacer retransmisiones en Instagram en la que los propios usuarios podían pedir qué cuadro querían ver.

Las ferias de arte —canceladas al completo— y las subastas han seguido un camino idéntico, la gran mayoría han sustituido los extensos pabellones plagados de cuadros, esculturas e instalaciones con exposiciones virtuales en las que es posible comprar las obras sin pisar la calle.

Es cierto que las salas de subastas eran de las que más se habían adentrado en el mundo virtual, pero este año han tratado de ir un paso más allá. En Junio, Christie’s ensayó un nuevo modelo de subasta que retransmitió en directo y que tenía lugar en cuatro ciudades a la vez (Hong Kong, París, Londres y Nueva York).

Las ventas ascendieron a 420 millones de dólares y entre las obras más destacadas había un Lichtenstein, que alcanzó los 46 millones. El resultado fue tan bueno que ha repetido en otras dos ocasiones la experiencia, y otras casas han copiado el sistema.

Las ventas en internet se han disparado, el informe anual Hiscox –un referente del secto– reconoce que la crisis de la Covid-19 ha obligado al sector a poner el turbo, y la transformación ha sido más rápida y mejor de lo esperada. Los coleccionistas que compran arte en internet han subido del 44 al 67 % del total de compradores, tras medida década estancada.

El arte ha sido tradicionalmente uno de los más reticentes en sumarse al carro de la digitalización, pero ahora es cuestión de supervivencia.

El sector trata de salvar uno de los peores años que puede recordar. El desplome de visitantes en los museos se traduce en pérdidas millonarias: el Metropolitan de Nueva York estima que perderá 150 millones de dólares este año, el Prado dejará de ingresar cerca de 20 millones de euros y solo en un mes de cierre (abril) los Uffizi perdieron 10 millones.

En el caso de los grandes, recuperarse será duro, pero para los pequeños museos sin fondos públicos la situación es peor y libran una batalla por su mera existencia. El ICOM, la asociación internacional de museos, cree que muchos se pueden ver obligados a cerrar.

La situación es tan dramática que ha generado que se haya visto algo insólito en el mundo del arte y es que algunos centros como el Museo de Baltimore y el Brooklyn Museum han sacado a subasta obras para sobrevivir, una medida no exenta de polémica.

Cada crisis es una oportunidad y el mundo del arte está encontrando nuevas oportunidades en estos momentos, mientras tanto quienes puedan ir a un museo lo encontrarán casi vacío, una oportunidad histórica para ver el museo como probablemente nunca jamás se verá.