Mientras la comunidad internacional intenta frenar en París el cambio climático, la proximidad de las Navidades invita a equipar a los más pequeños con juguetes que les ayuden a crear un mundo menos autodestructivo.
Enseñar a los niños a disfrutar sin deteriorar un planeta en el que tendrán que vivir muchos más años que los políticos reunidos en la cumbre del clima COP21 es en gran medida responsabilidad de los padres, pero también de los Reyes Magos, Papá Noel, el Niño Jesús y compañía.
A estas alturas la oferta es tan amplia que cuesta encontrar excusas para gastarse el dinero en juguetes contaminantes: hasta Barbie se ha pasado al embalaje sostenible e incluso ha cambiado su flamante mansión de plástico rosa por una casita de diseño con placas solares.
La iniciativa responde a una decisión que tomó la casa estadounidense Mattel cuando Greenpeace denunció en 2011 en un vídeo que algunas jugueteras utilizan fibras de bosques tropicales en sus productos.