Desde hace casi 50 años, Umberto Eco escribía sobre periodismo. Relataba, mediante artículos y ensayos, cómo era el arte y cultura contemporánea, especialmente la cultura de masas.
Fue así como el semiólogo italiano, conocido también como ‘Il Professore’, decidió estudiar la influencia del periodismo, los medios de comunicación, canciones populares, e inclusive, tiras cómicas, en relación con la política y la corrupción, a partir de los años 60, hasta varios años, cuando después comienza a idear Número Cero.
Fueron años de experiencias cerca del oficio lo que lo hizo pensar en una obra que resaltara los comportamientos que se manejaban entre políticos, específicamente corruptos, y periodistas, llevando al papel las palabras que, según él, mejor describían la situación como 'la máquina del fango'.
Es una sátira en la que 'saca a la luz' cómo eran las formas de informar, presentando una historia con intereses políticos y, casi siempre, económicos, pero que también incitaba a los lectores, ponerle una cara y un nombre real a los personajes 'ficticios' que se usaron al escribirla.
El empresario italiano Silvio Berlusconi fue al que más relacionaron con el personaje masculino. Simei, un magnate de los negocios quien se interesa por la creación de un diario, le da un enfoque lejos de lo común al nuevo periódico, donde el principal y único objetivo era convertir la publicación en una máquina de poder.
Generar información falsa y tergiversada, desacreditar a la competencia y e imponerse sobre el que su fundador deseara era la intención de Domei, el diario creado por el protagonista.
La obra, ambientada en 1992, se publicó con el fin de contar de una manera diferente, lo que la política corrupta de Italia vivía en el momento: el mayor proceso judicial de todos los tiempos del país.
El semiólogo, filósofo, humanista y escritor recalcó en varias ocasiones que no solo fueron sus vivencias en el periodismo impreso, sino que también internet lo ayudó.
'Desde hace más de diez años tenía esta novela en mi cabeza. Siempre he querido hablar de los problemas del periodismo, y ahora también de internet, donde se puede mentir mucho. Yo he utilicé internet para esta novela, donde me he informado, por ejemplo, de la autopsia que se le hizo a Mussolini', declaró el escritor en entrevistas que periodistas le hicieron en su casa en Milán, una vez publicado el libro.
‘Il Professore’ presentó su último libro en su casa de Milán, en la que fue recibiendo a los periodistas uno por uno con su discurso torrencial.
Su casa milanesa se encuentra ubicada frente al castillo Sforzesco, cerca del Duomo, y está envuelta, literalmente, en libros, con más de 35.000 volúmenes ordenados por temas a lo largo de los pasillos y repleta también de obras de arte.
Aunque había dejado de fumar y de tomar su amado 'whisky', Eco sostenía una especie de cigarro de mentira en la mano y, con ganas de hablar, el autor oceánico, creador de El nombre de la rosa, decía que había escrito esta parodia sobre estos tiempos convulsos, porque, en su opinión, esa era la función de un intelectual, su 'función crítica'.
Eco, ganador del premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en el año 2000, fue autor de otras novelas simbólicas, además de Número Cero y El hombre de la rosa.
El péndulo de Foucault, El cementerio de Praga y los ensayos El problema estético, El signo y Tratado de la semiótica general, entre otros, también hacen parte de su repertorio editorial.
Tampoco se puede olvidar el paradigmático libro Apocalípticos e Integrados, publicado en 1964 y que se estudió durante muchos años en facultades y grandes instituciones donde el autor hablaba de un tema eterno y constante en él: el binomio entre la cultura popular y la alta cultura.
Las clases de semiótica fueron su fuerte, en las que dictaba sus visionarios discursos dejando a más de un alumno sin palabras.
Universidades como la Complutense de Madrid y la Universidad Libre de Berlín, fueron algunos de los planteles educativos europeos en los que el italiano se alzó como uno de los máximos exponentes de la semiótica del viejo continente.
Israel y Argentina también tuvieron el privilegio de tenerlo como docente y fue merecedor de grandes reconocimientos, además del premio Prícipe de Asturias, como el que recibió en Roma, la Medalla de Oro al mérito del Arte y la Cultura en Roma.
Después de años escribiendo, enseñando y encantando con sus inolvidables frases, Umberto decidió utilizar el internet y adentrarse en el mundo digital para entender cómo las personas lograban comunicarse por este medio. Fue un gran aliado para lograr Número cero.
Finalmente, concluyó que a pesar de ser una vía de intercambio de información de fácil acceso, era difícil confirmar fuentes y que aunque en ocasiones era de su interés el internet, para él no era la primera opción al escoger un mecanismo de comunicación.
'Pero internet es como el automóvil: uno no se puede pasar la vida en internet como no se puede pasar la vida en un automóvil', dijo con humor el escritor italiano en su discurso pesimista por ese uso 'indiscriminado' de la red, donde en muchos casos falta contrastar la veracidad.
Las claves de ‘El nombre de la rosa’
...La obra que lo hizo acreedor de innumerables reconocimientos fue El nombre de la rosa, publicada en 1980 para luego convertirse en un trabajo cinematográfico.
...Eco era una celebridad en el mundo académico cuando publicó esta obra, una novela de misterio ambientada en un monasterio medieval, llevada al cine en 1986 con Sean Connery interpretando al protagonista, el monje detective Guillermo de Baskerville.
...El libro fue traducido a varios idiomas, y está lleno de citas latinas traducidas parcialmente y reflexiones desconcertantes sobre la naturaleza de los símbolos. Ha vendido más de 15 millones de ejemplares.
...A una pregunta sobre la fuente de inspiración para la novela, Eco respondió con la ironía que lo caracterizaba: 'Empecé a escribir... acicateado por una idea seminal: tenía ganas de envenenar a un monje'.